Diónysos: Architéctōn

Diónysos, André Masson

“To take to your use out of the compact cities you pass through, To carry buildings and streets with you afterward wherever you go…”
(Whitman, 1855, Song Of The Open Road, p. 314)

Pier Vittorio Aureli estudia el rol histórico y político del autonomismo para pensar en aplicaciones posibles desde la arquitectura, entendiendo que el enemigo es común: el capitalismo. En función a ello, crea el concepto de Arquitectura Absoluta como una posibilidad de resistencia ante la urbanización, contra la construcción regida por y para el Capital. Aboga por el agonismo, por el conflicto, por el uso político de la forma. Permite pensar en una ciudad futura por fuera de la planificación, independientemente de los medios desde los que se pensó la ciudad por la mayor parte del siglo pasado. La arquitectura puede definir la ciudad como archipiélago, concepto que toma del trabajo de Ungers y Koolhaas, arquitectos de los que nos valemos para ampliar su concepto de Vacío. Esta visión ampliada de la Arquitectura Absoluta y el Vacío como agentes de desterritorialización y posterior reterritorialización multiplica la potencia de acción del arquitecto. El arquitecto, más que cualquier otro artista, tiene a su disposición medios de creación y destrucción. ¿Para qué usar ese poder? La autonomía, después de todo, es un medio. Si la Arquitectura Absoluta y el Vacío son herramientas para proponer una idea alternativa de ciudad, en conflicto con lo existente, ¿qué proponer? El medio solo es parte del proceso, o quizás solo el comienzo.

En los casos de Berlin as a Green Archipelago y Mission Grand Axe en La Défense, la Arquitectura Absoluta en principio es preexistencia resignificada por el Vacío, opera como una raíz identitaria propia de la ciudad o el barrio para reorientarse y potenciarse por la destrucción circundante (isla desierta o huevo cósmico en Deleuze). El Vacío en cada caso se desarrolla con una reterritorialización encauzada a diferentes propósitos, donde se ve más claramente la pretensión política de cada proyecto: en Berlín una zona verde anárquica en constante mutación, que escapa a cualquier tipo de categoría dura, donde toda organización es transitoria; en contraste en La Défense una proto-Manhattan llevada al extremo, reducida al mínimo diagrama reticular, la más rígida de las estructuras como soporte-marco.

En la Cologne Neue Stadt, Ungers condensa la expresión política de la Antigua Grecia en la organización a partir del Ágora, espacio de participación política democrática (bajo categorías limitadas de ciudadanía) de la polis.

En el Hotel Sphinx los Zenghelis ironizan sobre los excesos de la burguesía para llamar a una apropiación del proletariado de los medios de consumo, placer y deseo de la clase dominante.

En la Église Sainte-Bernadette du Banlay, Virilio y Parent buscan el punto de contacto entre la vanguardia bélica (punta de lanza del desarrollo tecnológico) y lo sagrado, lo eterno en la naturaleza, mil años de erosión de la piedra ya materializados el día 0, una aproximación anticipada, una arqueología del futuro…

En The Project for Autonomy, Aureli estudia el rol de la autonomia en el grupo italiano Archizoom, y particularmente el sentido político de su proyecto teórico No-Stop City. Resulta productivo meditar sobre el medio que utilizaron para la acción política. A partir de una interpretación extremista de Aldo Rossi, “to have pushed to its extreme consequences Rossi’s embrace of theory as the role of the architecture project” (Aureli, 2008, p. 72) nutrida de la praxis política de Mario Tronti, construyen una ciudad teórica donde la urbanización y el desarrollo tecnológico llegan al extremo de sus capacidades, a una saturación total, generando un interior infinito. Representado en texto y dibujos, buscaban generar una respuesta violenta, revolucionaria, una toma de consciencia de la alienación del trabajador. Para Archizoom la alternativa a la ciudad capitalista era el uso y apropiación de la misma por sus propios creadores, los trabajadores, y por ello la No-Stop City se produce como una hipérbole, un desarrollo extremo de las herramientas que serían reconquistadas por el proletariado. La ciudad como fábrica, llevada a su expresión funcional mínima en expresión, máxima en producción, como campo de la lucha de clases. Es, esencialmente, un manifiesto que aboga por la toma de la ciudad por los trabajadores, una expropiación urbana y de los medios de producción. El carácter radical de la propuesta está directamente ligado a la naturaleza de un manifiesto, buscando la movilización con definiciones tajantes y concluyentes, embistiendo en contra del riesgo de la apropiación de sus ideas por el enemigo, el agnosticismo político, el Capital… Seguramente a pesar de los integrantes de Archizoom, su llamado a la revolución contenía dibujos, más bien bellos, y en el campo de arquitectura las imágenes se propagan más que los textos, y las imágenes bellas fueron vaciadas de su significado, siendo vistas más como piezas de museo que como instrumentos para llevar la alienación a su punto de quiebre.

Aureli, creemos, corre ese riesgo. Expresa ideas políticas de origen verdaderamente revolucionario, contextualizado para la academia en una lectura histórica, autonomía acotada a los 60-70s, en Italia. El límite entre la Arquitectura Absoluta y lo que él llama edificios “icónicos” (ej. Guggenheim en Bilbao) desde lo formal es más bien difuso. La diferencia está en su sentido político: ¿es funcional al Capital, a la urbanización, o establece una confrontación? Si se vacía el contenido político de la teoría de Aureli, cualquier starchitect, agentes del Capital, podría autoproclamarse creador de Arquitectura Absoluta, absolute-architect, por la excepcionalidad de las formas que construyen, a pesar de su rol integral en la urbanización.

“Hoy, mientras Karl Heinz Stockhausen declara, a propósito del atentado del World Trade Center y de Satán: “Es la mayor obra de arte jamás realizada”, acredita la idea de un regreso de lo trágico así como de una obra maestra olvidada, esa obra maestra en negativo, por sustracción, decíamos precedentemente, que a imagen del accidente no es más que un milagro a la inversa, un milagro laico, en suma.” (Virilio, 2004, Ciudad pánico, p. 25)

Obviando la voluntad de polemizar del compositor alemán, su idea no dista mucho de algo que podría haber escrito Koolhaas en Imagining Nothingness. Koolhaas, en su estilo de escritura, entiende la necesidad de este tipo de expresión extrema, que cumple una función doble: garantizar el impacto de la idea e imposibilitar su reapropiación diluida o invertida.

Se abre la posibilidad de la creación de un manifiesto, de un Aureli extremo por una arquitectura movilizada por un compromiso político real. Pensar en un Koolhaas revolucionario, recuperar figuras de arquitectos como Oscar Niemeyer, militante comunista en el PCB, o Sérgio Ferro, militante comunista del PCB, ALN y participante de la guerrilla urbana de Carlos Marighella; expresiones del “hombre nuevo” del siglo XX, que deben renovarse. Seguir la línea de investigación de Aureli, y nutrirla de visiones del autonomismo más allá de las décadas del 60 y 70 en Italia, leer a Tiqqun y al Comité Invisible, a Negri y Hardt, a Agamben, releer a Marx y Spinoza…

Un arquitecto del archipiélago debe conocer de ontología y metafísica, dominar los recursos formales que utiliza y tener claros objetivos políticos.